Gano la Champions League
José Mourinho, al que el Madrid vio ayer como técnico del Inter en comisión de servicios, abrió la puerta grande del Bernabéu con una faena de oficio, de más inteligencia que estética, pero meritoria en cualquier caso. Diego Milito, que emergió como un delantero de cinco estrellas, le sacó a hombros de la que será su plaza. En cualquier caso, el portugués reina en Europa y eso le da lustre a la elección de Florentino, al que la brillantez de Sneijder y Robben pusieron en un aprieto.
Mourinho ha hecho del Inter un equipo difícil de apresar. Aparenta batirse en retirada permanentemente y en un segundo gira la cabeza y tumba al perseguidor. La maniobra sorpresa está encomendada a Sneijder, cuyo papel de primer actor en el equipo italiano alimentó el morbo en la final del Bernabéu. A espaldas del holandés queda una gran organización sin un asomo de talento. Buenos y honrados funcionarios del juego Cambiasso y Zanetti, expertos centrales Samuel y Lucio, doliente Chivu ante un Robben de vértigo y cohibido y sin samba Maicon en la derecha.
En los costados quedan Etoo y Pandev, extremos por accidente, sin desborde, velocidad ni vocación. Un desperdicio. Al camerunés se le pide faena, incluso, en los terrenos del 2. Su olfato no sirve donde no hay nada que oler. Pero delante está Milito, asesino silencioso, hermanado con Sneijder, de picadura letal. Un hipopótamo con cabeza de serpiente resultó el Inter de Mourinho ante el Bayern, que en otros tiempos fue el mismísimo Satanás en este estadio.
El Bayern, sólo de lejos
Los alemanes tuvieron más vigor, ensancharon el campo, buscaron a Robben y Altintop en las bandas y murieron en la frontal del área. No les sacó del atasco ni ese disparo lejano que siempre fue más alemán que la Volkswagen. Lo intentó Robben con su pierna buena que resultó la equivocada para la posición en la que se encontraba; probaron también Altintop y Van Bommel. Repitió el holandés con esa rosca inteligente que va a la yugular de la escuadra. Nada que de verdad apretara a Julio César.
El Inter llegó menos, pero tuvo precisión de cirujano. La materia prima de su primer gol fue un saque de Julio César. Lo mató de cabeza Milito hacia Sneijder, midió los tiempos el holandés para poner al argentino ante Butt y éste desmayó al portero con un amago y le superó por alto. Le devolvió luego el favor a Sneijder, pero el holandés es mejor con la muleta que con el estoque.
Ocasiones perdidas
Ese 1-0 obligó al Bayern a bombardear la roca. Y por momentos la hizo temblar. Muller estrelló un mano a mano en los pies de Julio César, Cambiasso salvó de cabeza una volea del joven alemán y el meta brasileño firmó la estirada de la noche ante otro zurdazo inteligente de Robben, a esas alturas alfa y omega del Bayern. Y así lo entendió Mourinho, que libró de su condena a Chivu y puso allí a Zanetti, por ver si la sobredosis de oficio era capaz de frenar al ex madridista.
El Inter puso la espalda contra la pared sin irse al suelo y sacó entonces la mano definitiva. Etoo buscó a Milito en la izquierda. El argentino limpio a Van Buyten con un fabuloso golpe de cadera hacia adentro y abrió su disparo al palo largo para el 0-2. Una obra de arte esculpida sobre un sólido y poco vistoso bloque de acero. Al fin, Massimo Moratti, 45 años después, recuperaba el imperio que levantó su padre, Angelo, en el fútbol continental.
Mourinho ha hecho del Inter un equipo difícil de apresar. Aparenta batirse en retirada permanentemente y en un segundo gira la cabeza y tumba al perseguidor. La maniobra sorpresa está encomendada a Sneijder, cuyo papel de primer actor en el equipo italiano alimentó el morbo en la final del Bernabéu. A espaldas del holandés queda una gran organización sin un asomo de talento. Buenos y honrados funcionarios del juego Cambiasso y Zanetti, expertos centrales Samuel y Lucio, doliente Chivu ante un Robben de vértigo y cohibido y sin samba Maicon en la derecha.
En los costados quedan Etoo y Pandev, extremos por accidente, sin desborde, velocidad ni vocación. Un desperdicio. Al camerunés se le pide faena, incluso, en los terrenos del 2. Su olfato no sirve donde no hay nada que oler. Pero delante está Milito, asesino silencioso, hermanado con Sneijder, de picadura letal. Un hipopótamo con cabeza de serpiente resultó el Inter de Mourinho ante el Bayern, que en otros tiempos fue el mismísimo Satanás en este estadio.
El Bayern, sólo de lejos
Los alemanes tuvieron más vigor, ensancharon el campo, buscaron a Robben y Altintop en las bandas y murieron en la frontal del área. No les sacó del atasco ni ese disparo lejano que siempre fue más alemán que la Volkswagen. Lo intentó Robben con su pierna buena que resultó la equivocada para la posición en la que se encontraba; probaron también Altintop y Van Bommel. Repitió el holandés con esa rosca inteligente que va a la yugular de la escuadra. Nada que de verdad apretara a Julio César.
El Inter llegó menos, pero tuvo precisión de cirujano. La materia prima de su primer gol fue un saque de Julio César. Lo mató de cabeza Milito hacia Sneijder, midió los tiempos el holandés para poner al argentino ante Butt y éste desmayó al portero con un amago y le superó por alto. Le devolvió luego el favor a Sneijder, pero el holandés es mejor con la muleta que con el estoque.
Ocasiones perdidas
Ese 1-0 obligó al Bayern a bombardear la roca. Y por momentos la hizo temblar. Muller estrelló un mano a mano en los pies de Julio César, Cambiasso salvó de cabeza una volea del joven alemán y el meta brasileño firmó la estirada de la noche ante otro zurdazo inteligente de Robben, a esas alturas alfa y omega del Bayern. Y así lo entendió Mourinho, que libró de su condena a Chivu y puso allí a Zanetti, por ver si la sobredosis de oficio era capaz de frenar al ex madridista.
El Inter puso la espalda contra la pared sin irse al suelo y sacó entonces la mano definitiva. Etoo buscó a Milito en la izquierda. El argentino limpio a Van Buyten con un fabuloso golpe de cadera hacia adentro y abrió su disparo al palo largo para el 0-2. Una obra de arte esculpida sobre un sólido y poco vistoso bloque de acero. Al fin, Massimo Moratti, 45 años después, recuperaba el imperio que levantó su padre, Angelo, en el fútbol continental.
Gano la Champions League
Reviewed by wilynoel
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5/22/2010 04:53:00 p. m.
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