Y gano el Real Madrid
El Rea Madrid no necesita jugar bien para ganar. Si lo necesitara hubiera ganado pocos partidos esta temporada. Es un equipo incompleto, a medio construir, que va acumulando triunfos gracias a la inspiración de sus estrellas, especialmente de Cristiano Ronaldo, el hombre que acabó con la resistencia de un ordenado Marsella y desequilibró un encuentro que el Madrid se empeñó en enredar y que solucionó sólo porque Cristiano juega vestido de blanco. Cierto que es un argumento arrollador, pero también lo es que resulta insuficiente cuando lo que uno pretende es conquistar el mundo. El Madrid tiene una pegada excelente, incomparable. Pero, por ahora, sólo pegada. Que ya es mucho. El Madrid compró goles y tiene goles. Ahora, el reto es que los goles sean una consecuencia del juego. Porque el Madrid siempre vive sus mejores momentos cuando tiene ventaja en el marcador. Cuando el resultado está equilibrado, su imagen no es tan agradable.
Hasta ahora los triunfos invitaban a mirar hacia otro lado, en un error perdonable, porque, nos guste o no, las sensaciones se alimentan de victorias y de derrotas. Y agarrados a eso las sensaciones de este Madrid son inmejorables, porque cuenta sus encuentros por victorias. De forma injusta, a los equipos se les juzga por sus triunfos o por la falta de ellos, y no por su juego, y esa es la gran coartada que han encontrado Manuel Pellegrini y el Madrid para rebatir las críticas. Pero si el Madrid quiere progresar, mejorar y alcanzar en algún momento la excelencia, no debe escudarse en las victorias para tapar su discretísimo juego. Debe ser más exigente. Claro que si no hay más herramienta para el diálogo que los triunfos, pues no hay más que hablar.
Asumimos que el Madrid está en pleno proceso de construcción y merece cierta indulgencia y benevolencia en sus análisis, pero el público vive inquieto, tanto el habitual de la Liga como el que acude a los partidos de Champions, menos crítico y más generoso. La cuestión va más allá del dibujo, porque parece tan discreto con dos que con tres centrocampistas y es que los sistemas los hacen buenos o malos los futbolistas que los interpretan. Contra el Marsella se vio a un conjunto desconectado, que durante la mayor parte del encuentro quedó reducido a las acometidas solitarias de Cristiano Ronaldo, desesperado por esa desconexión que vivía su equipo. El Marsella le quitó el balón y le dejó sin espacios. Sin balón y sin espacios el Madrid no es nadie. Y mucho más si juegas andando, como hicieron los hombres de Pellegrini durante gran parte del choque. Sin meter una velocidad más que la utilizada por el Madrid es complicado ganar a nadie, en España y en Europa. Salvo que tengas a Cristiano, claro. Y a Cristiano lo tiene el Madrid.
El Madrid falló de forma clamorosa a en la salida del balón. El Marsella presionó y tapó a Xabi Alonso y creó un cortocircuito en la circulación de la pelota, hasta el punto de que por momentos el equipo quedó completamente desactivado. Kaká apenas entró en juego, y cuando entró en contacto con el balón bien que lo agradeció el Madrid, y sólo Guti se atrevió a coger la batuta para intentar dirigir a esta orquesta repleta de solistas, pero que desafina más de lo deseable. Gago fue titular, pero aportó más problemas que soluciones. Los franceses achicaron espacios y el Madrid no encontró soluciones para evitar caer en fuera de juego.
Si en ataque el Madrid era plano, en defensa no presentaba mejor cara. Cada acción a balón parado era un sufrimiento y por primera vez en toda la temporada surgió la figura de Casillas. Viejas costumbres. Cerca de la media hora tiró de reflejos para sacar una mano milagrosa y desviar un tiro del peligroso Niang, que había eludido a Pepe con inusitada facilidad. En el primer tiempo, Niang fue una pesadilla para Ramos, Pepe y cuantos madridistas osaron salir a su paso.
Respondió el Madrid con un pase fenomenal de Guti a Benzema, que remató de espaldas, pero la mejor ocasión la malgastó el francés ya en el tiempo añadido. Con un taconazo, Kaká dejó a Benzema solo ante Mandanda, que le ganó en el mano a mano. El árbitro no lo señaló, pero Karim estaba en fuera de juego.
El segundo tiempo comenzó con las mismas inquietantes sensaciones que se vieron en el primero. El Madrid se agarró con desesperación a su pegada y a Cristiano Ronaldo para solucionar el partido. A los 58 minutos, Pepe conectó con un pase de 40 metros con Cristiano, que le ganó la espalda a Diawara y superó por bajo a Mandanda cuando el portero había saltado para evitar la vaselina.
Un minuto después llegó la acción que terminó de desequilibrar el choque. Cristiano pisó el área con la pelota controlada y Diawara le entró abajo, duro y fuerte y se llevó por delante el balón y el tobillo del portugués. El árbitro decidió que era penalti y expulsó por dos amarillas a Diawara. Kaká convirtió el lanzamiento en el 2-0.
La solución definitiva llegó en el minuto 64. Guti inició la jugada y una triangulación entre Kaká, Benzema y Cristiano acabó en el segundo gol del portugués. Poco después se retiró lesionado en su tobillo derecho, consecuencia de la entrada de Diawara en el penalti. Se fue a los vestuarios con el trabajo hecho y dejó su sitio a Higuaín.
También tuvieron minutos Garay, que entró para dar descanso a Sergio Ramos, y Raúl, que sustituyó a Kaká. El capitán no pudo coincidir en el campo con su gran amigo Morientes, sustituido poco antes por Ben Arfa y que se llevó una de esas ovaciones que tanto le costó recibir cuando vestía de blanco. Menos generoso estuvo el público del Bernabéu con Heinze, que volvió a evidenciar el enorme mérito que tiene que se haya ganado la vida como futbolista.
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